Cada 25 de febrero, se conmemora la primera intervención quirúrgica que revolucionó el tratamiento de la sordera y el acceso a la audición: el implante coclear. Considerado no solo un hito de la Medicina, sino uno de los acontecimientos científicos del siglo XX, desde hace más de 65 años este indiscutible avance de ...
Cada 25 de febrero, se conmemora la primera intervención quirúrgica que revolucionó el tratamiento de la sordera y el acceso a la audición: el implante coclear. Considerado no solo un hito de la Medicina, sino uno de los acontecimientos científicos del siglo XX, desde hace más de 65 años este indiscutible avance de la ciencia ha permitido oír aproximadamente a 23.000 personas en España.
Evolución constante
El implante coclear es un dispositivo seguro y en continua evolución, tanto por lo que respecta a su parte interna implantable, como a sus componentes externos, además de la mejora producida en la técnica quirúrgica empleada. Los cambios más destacables en los últimos años -además de lo relativo al tratamiento clínico y quirúrgico- se han producido sobre el procesador de la señal (percepción del lenguaje y de la diversidad de sonidos del entorno) y en relación con las guías de electrodos y su ubicación.
En este sentido, los progresos experimentados han definido y ampliado las indicaciones para la toma de decisiones respecto a los casos que se van a beneficiar del implante coclear. Tanto si se precisa su colocación unilateral, como si ha de ser bilateral, en ambos oídos.
Externamente, también el cambio ha sido significativo en cuanto a diseño, tamaño y prestaciones de conectividad y conexión con productos de apoyo en el entorno que hacen posible la accesibilidad auditiva, a la información y a la comunicación para la persona sorda implantada.
El beneficio del implante coclear más impactante es el que ha reportado a niños y niñas con sorderas congénitas que, gracias al implante, acceden al lenguaje oral en edades tempranas y, en consecuencia, a los aprendizajes que de él se derivan, desarrollando aquel en el momento evolutivo que corresponde. Pero, también, en el caso de personas en edad adulta con sorderas progresivas y/o sobrevenidas, supone asimismo un enorme beneficio para su calidad de vida ya que, tras el implante, pueden continuar haciendo funcional su capacidad de oír y mejoran su inclusión en todos los planos de la vida: familiar, laboral, social... No hay que olvidar que la edad en sí misma no es un motivo de contraindicación para el implante.
Salud pública y bienestar
No obstante, lo que sin duda es un éxito de la Medicina y la tecnología audiológica no puede conformarnos. El reto, aún hoy pendiente, es hacer llegar este progreso a cada persona con sordera que lo precise y pueda beneficiarse del mismo. Y esto aún está lejos de verse cumplido.
Por otra parte, hay que incidir en la necesaria implantación bilateral cuando así esté indicada. Del mismo modo que se debe contar con protocolos estandarizados para aplicar cribados poblacionales de pérdidas auditivas a lo largo de la infancia y de la edad adulta. Pero si hay algo especialmente importante, sin lo que todo el esfuerzo invertido en diagnóstico precoz y dotación de dispositivos será insuficiente, es la (re)habilitación auditiva y/o del lenguaje que debe acompañar durante el tiempo que sea preciso en cada caso a la persona implantada, niño o adulto. Previsiones insuficientes, altas logopédicas antes de tiempo o en cumplimiento de una edad administrativamente fijada, que nada tiene que ver con las necesidades y la situación real de cada persona, tiran por la borda muchas expectativas y gran parte del éxito que debiera obtenerse. La prevención de deficiencias de audición o del agravamiento de la discapacidad auditiva deben incluirse por ello, y de forma prioritaria, en la agenda de las políticas de bienestar y las de salud pública.