IM OPTICAS nº 10

35 Aislamiento social, sensación de incomprensión, movimientos lentos, dificultad de realizar tareas cotidianas o comportamientos anormales son algunas de las consecuencias que sufre un paciente con Baja Visión. Un problema que afecta a cerca de un millón de españoles y que se define como una pérdida de la capacidad visual, que no puede ser corregida o se corrige de manera insuficiente con gafas convencionales, lentes de contacto, cirugía o fármacos. La Baja Visión impide a aquel que la padece realizar tareas de la vida cotidiana tan simples como leer, escribir, ver la televisión, conducir, reconocer rostros o moverse con facilidad, provocando la pérdida de independencia personal y, por tanto, acentuando la probabilidad de aislamiento socialmente. Si tomamos como medida la agudeza visual, que es la capacidad de distinguir los detalles de los objetos a cierta distancia, según los parámetros de la OMS, una persona con Baja Visión tendría igual o menos de 0,3 de agudeza visual en el mejor de los ojos. Y si hablamos de campo visual, que es el ángulo que el ojo ve, estaríamos hablando de uno inferior a 20 grados. No debe confundirse con la ceguera. La Baja Visión abarca una discapacidad visual moderada o grave, sin llegar a perder del todo la visión. Con lo cual, y a pesar de no tener corrección posible, sí que se puede trabajar con la poca visión que queda, para ayudar a los pacientes a llevar una vida lo más normal posible. No hay prevención, ni solución No hay prevención posible para la Baja Visión, pero sí que se pueden aprovechar las zonas de la retina en mejor estado para potenciarlas, a través de rehabilitación visual, para facilitar la independencia cotidiana a las personas afectadas, pudiendo llegar a realizar hasta el 90% de ellas, con prácticamente total normalidad.

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