IM OPTICAS nº 12

41 General de Tráfico, la franja de edad de mayores de 65 años es la que sufre mayor porcentaje de accidentes, seguida de la de 45 a 54 años, por lo que se puede concluir que la siniestralidad es directamente proporcional a la edad del conductor. La presbicia y el ojo seco, dos problemas que pueden reducir la calidad de la visión nocturna, son dos ejemplos de esta problemática. Al igual que el glaucoma, una enfermedad que daña el nervio óptico del ojo y en la que no hay signos de alerta ni síntomas evidentes en las etapas iniciales. A medida que el glaucoma progresa, se desarrollan puntos ciegos en la visión periférica o, con menos frecuencia, en la visión central. En la lista de enfermedades frecuentes asociadas a la edad, la Academia Americana de Oftalmología incluye, asimismo, la retinopatía diabética, una patología en la que los altos niveles de azúcar dañan los vasos sanguíneos de la retina, afectando así tanto a la visión central como la visión periférica. Un efecto parecido al que produce la degeneración macular, una enfermedad en la que la parte de la retina conocida como la mácula se daña y hace que se pierda la visión central. Además de las tan extendidas cataratas, que provocan una opacificación progresiva del cristalino dentro del ojo que hace que la visión se torne borrosa, y se vean destellos y halos alrededor de las luces. En consecuencia, también pueden dificultar ver bien de noche, en malas condiciones climáticas o en baja iluminación. Y pueden disminuir gradualmente la visión de color. El quid de la cuestión en estas enfermedades es que, si bien algunas personas detectan la señal de alarma pronto, en otras ocasionan una pérdida gradual de visión que es menos notoria. Someterse a exámenes oculares regulares puede ayudar a que el oftalmólogo los detecte de forma temprana y los trate sin demora antes de que produzcan una pérdida irreversible de la visión. Recomendaciones de la DGT al conductor con problemas de visión Queda claro que la vista es la base para que el binomio visión y conducción funcione con garantías de seguridad. Ahora bien, la Dirección General de Tráfico recoge algunas otras recomendaciones dirigidas a aquellos conductores con problemas de visión. Empezando por algo tan obvio como utilizar gafas o lentes de contacto para conseguir la mejor visión al volante. De la misma forma, señala el organismo gubernamental, si se tiene necesidad usar gafas “de cerca” es aconsejable que sean progresivas para observar mejor la información recibida a través del tablero del vehículo. Por otro lado, unas gafas de sol que eviten el exceso de luz hacen la conducción más confortable. Al notar dificultades para conducir de noche (no distinguir bien las señales, no calcular adecuadamente la profundidad, etc.), evitar conducir de noche o cuando haya malas condiciones de luminosidad (lluvia, niebla…) En este sentido, es conveniente planificar el viaje evitando condiciones climáticas adversas. Reducir la velocidad es otro de los consejos, pues al aumentar la velocidad se reduce el campo de visión. Quienes tomen algún fármaco que pueda afectar a la visión, deben seguir los consejos de su médico y evitar la conducción nocturna. Por último, la DGT indica que si el oftalmólogo, con motivo de una exploración, dilata la pupila, no se debe conducir hasta que no se le pase el efecto de la medicación. Y siempre en la medida de lo posible es mejor conducir por rutas conocidas y poco concurridas. En resumidas cuentas, Visión y Vida invita a tener en cuenta un mensaje clave: de la misma forma que antes de viajar realizamos una revisión mecánica profunda al coche, es fundamental asegurarse de que nuestra visión funciona correctamente. Si vas a conducir, es aconsejable realizarse antes un test visual para revisar el estado de la visión, sobre todo si se va a realizar un viaje largo, donde se pondrán en juego los reflejos y la capacidad de reacción durante más tiempo. Alcohol y visión al volante, malos compañeros Uno de los efectos más inmediatos del consumo de alcohol, debido a que se reduce el volumen de oxígeno en los glóbulos rojos, es que los ojos adquieren un tono rojizo. Los pequeños vasos sanguíneos que riegan la esclerótida, ante la falta de oxígeno, se dilatan. Por otra parte, el etanol presente en el alcohol, favorece la evaporación de la película lacrimal que rodea el globo ocular. Cuando esto sucede, la calidad de la visión se ve afectada. Los ojos se resecan y se produce dolor o picazón en los mismos. La ingesta de alcohol puede provocar problemas en la vista. Las más habituales son la visión borrosa y la visión doble, pero también se presentan problemas para ver correctamente los colores. El alcohol provoca hipersensibilidad a la luz y problemas de adaptación en la vista. A largo plazo, si el consumo de alcohol es habitual y excesivo, los efectos sobre la salud visual son más importantes. El nervio óptico se puede ver afectado por una carencia de oxígeno y de vitaminas provocada por el etanol. Esto puede provocar neuropatía óptica tóxico-nutricional que se presenta con pérdida visual progresiva. El consumo de alcohol también aumenta el riesgo de desarrollar cataratas y DMAE, ya que la mácula, la parte central de la retina, se puede ver afectada. La mejor manera de prevenir todos estos problemas pasa por evitar el consumo elevado y habitual de alcohol.

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