IM OPTICAS nº 13

38 Esto implica no solo tener agudeza, visual sino también muchas otras habilidades visuales como “la capacidad de enfoque lejos-cerca, la habilidad de mover los ojos correctamente, tener una binocularidad correcta, una buena coordinación ojo-mano o una buena estereopsis”, ejemplifica Blanca Fernández. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que el 80% del cerebro visual; es decir, ver, interpretar y responder al estímulo, depende de una buena visión. Existen ciertos signos que alertan en un primer momento, tanto en los centros educativos como en las familias, de la existencia de un problema visual que, más adelante, deben confirmar los optometristas. Es importante acudir al profesional de la salud visual cuando un niño o niña se acerca demasiado a la hoja o pizarra para leer o escribir e, incluso, a la televisión cuando está viendo dibujos,o si le escuecen los ojos o se los frota. Pero también cuando realiza gestos extraños con la cara o guiña los ojos si está concentrado en actividades visuales, no calcula bien las distancias, cuando va retrasado en lectura o escritura o cuando, entre otros, tiene problemas para copiar correctamente un texto. Además de estos problemas, hay que seguir desde el nacimiento un control de las estructuras externas e internas del ojo para comprobar la conjuntiva, el párpado o el funcionamiento de los lagrimales, por ejemplo. La optometría pediátrica La única manera de prevenir y detectar posibles disfunciones visuales que pueden pasar desapercibidas -o dar lugar a estos problemas de aprendizaje en la infancia- es realizar a los niños y niñas un examen optométrico de forma regular tengan o no signos o síntomas de problemas visuales. Estas revisiones periódicas y profundas, junto al adecuado asesoramiento de los profesionales de la visión, pueden ver e interpretar la existencia de algún problema visual que impida el correcto desarrollo en la etapa infantil. Blanca Fernández es contundente: “Es muy importante que todos los niños y niñas acudan a revisiones visuales periódicas con el óptico optometrista”. Desde el nacimiento hasta los seis años, los niños y niñas están desarrollando sus estructuras y capacidades visuales y, posteriormente, se van a ver sometidos a demandas visuales que pueden alterar el sistema visual. “Debemos tener en cuenta que el principio de algunas alteraciones visuales ocurre en los primeros seis años de vida, antes de comenzar la etapa escolar, cuando tienen un impacto considerable”, comenta la presidenta de la entidad andaluza. Para ella, si estos problemas no se detectan de manera precoz en este periodo y no se ofrecen las soluciones que los compensen, “pueden derivar en serias consecuencias a largo plazo”. Es aquí donde juega un papel determinante la optometría pediátrica, que se diferencia de las revisiones de SE ESTIMA QUE UN 30% DEL FRACASO ESCOLAR ES DE CAUSA VISUAL Problemas más comunes en la infancia Entre los niños y niñas, es habitual encontrarse con estos problemas visuales: - Estrabismo. Se da cuando los ejes visuales no se encuentran alineados provocando una desviación de los ojos. Suelen aparecer en la infancia y producen otras alteraciones visuales como ojo vago. Algunos estrabismos, como los de origen acomodativo (hipermetropías altas) se corrigen bien con gafas, en general puede ser necesario recurrir a oclusiones, terapia visual, toxina, cirugía o, también, con una combinación de tratamientos. - Ambliopía. Ocurre por la falta de una estimulación visual correcta durante el desarrollo. Suelen producirse a causa de errores refractivos altos que no han sido corregidos o errores refractivos de diferentes cuantías en cada ojo. El estrabismo de un ojo debido a una restricción de la musculatura ocular o enfermedades oculares como las cataratas congénitas o hábitos poco dietéticos poco saludables también son factores de riesgo. La elección previa para las ambliopías refractivas debidas a graduaciones muy dispares entre cada ojo (anisometropías), una vez detectadas, es usar lentes de contacto porque igualamos el tamaño de la imágenes monoculares, haciéndolas compatibles para su fusión binocular adultos porque evalúa y trata problemas y necesidades distintas. La rama pediátrica cubre los exámenes visuales desde el nacimiento hasta los 14 años de edad y toma en consideración distintos campos que permiten favorecer el buen desarrollo visual en la infancia. Es importante detectar los problemas visuales más habituales en la etapa infantil -como el ojo vago o el estrabismo, a menuo causa del anterior- ya que, si bien pueden ser tratados a cualquier edad, su recuperación tiene mejor pronóstico en edades tempranas. ¿La razón? La plasticidad cerebral es mayor en los menores. Asimismo, y por norma general, los más pequeños de casa no saben diferenciar correctamente entre ver bien o mal. Por eso, son importantes las revisiones visuales pediátricas que funcionan, siempre que no haya síntomas, de manera preventiva. Se recomienda examinar a los bebés menores de un año para evaluar sus movimientos oculares y sus reflejos; a los niños de entre uno y dos años para revisar la coordinación entre ambos ojos, y a los tres años para medir la agudeza visual y comprobar la existencia o no de problemas refractivos. A partir de los cinco años, antes de empezar a leer, las revisiones se centran en asegurar que el sistema visual esté preparado para afrontar el futuro de la lectoescritura, y una vez los niños y niñas empiezan Primaria es importante evaluar la percepción visual y cómo procesan la información visual. A partir de esta edad, se recomienda una evaluación anual.

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