41 ejemplo. De ahí la necesidad de acudir al especialista para que evalúe la normalidad, haciendo ‘ver’ lo que es realmente ‘ver’. Pero existen condiciones que pueden quedar ocultas, por un tupido velo, en el momento del examen, debido a una anamnesis incompleta o por unos protocolos de examen reduccionistas. Por esa razón es tan importante partir de una anamnesis no limitada en el guión, extendida a largo del examen, como seguir los protocolos de examen completos. Una anamnesis debe ser como un líquido, ocupando todos los recovecos del examen, sin dejar espacios vacíos. Si además los protocolos de examen se restringen a las cuatro condiciones refractivas básicas y a valorar sólo estrabismos evidentes, los espacios vacíos convierten el examen en un queso emmental. Como anamnesis ‘líquida’ y protocolos son dos caras de la misma moneda, la información inicial de la primera podrá cambiar según los segundos, lo que nos lleva a reformular preguntas mientras evaluamos al sistema. Por esa razón entendemos la anamnesis como líquida. Por ejemplo, en un examen de rutina por pérdida visual, una de las preguntas iniciales referentes a si, en algún momento, la persona examinada experimenta visión doble, es contestada negativamente. Al realizar las pruebas binoculares descubrimos una hiperforia básica relativamente compensada con probables episodios de supresión. Aunque, gracias a la inclinación lateral de cabeza, al viento a favor y al esfuerzo fusional, la hiperforia podrá compensarse, en algún momento no será así, rompiendo en hipertropía, de manera puntual. Frente a este hallazgo, y tras su explicación a la interesada, repreguntamos de nuevo si está segura de no haber visto doble en algún momento: entonces se confirma la diplopia. La respuesta ya es distinta a la del inicio de la anamnesis, aunque pueda ir vestida de manera en ocasiones pintoresca. Por ejemplo, ‘no veo doble pero a veces se me desdoblan las cosas’, ‘no veo doble pero es cierto que cierro un ojo para fijar la vista’, ‘¿doble?... no, sólo cuando estoy cansado’. Algunas respuestas hasta parecen sacadas de la imaginación de un guionista, como cuando una señora de casi 80 años con hipertropía básica, relata como, cuando se casó (con la cabeza bien derecha), ‘veía dos curas, dos maridos y dos suegras‘, dicho tal cual. 2. LA VISIÓN ES MONOCULAR Y BINOCULAR (SALVO AMBLIOPÍAS PROFUNDAS) Restringir el examen optométrico únicamente a los problemas refractivos, sin considerar la visión binocular, puede llevar a la paradoja de proponer una solución óptica basada, únicamente, en conseguir la mejor agudeza visual sin tener en cuenta que, igual que andamos coordinando las dos piernas, vemos coordinando ambos ojos. Porque proporcionar una buena vista es necesario, pero no suficiente para ofrecer una buena visión. La diferencia entre mirar y ver, entre vista y visión, no sólo se queda en una cuestión de concepto entre dirigir los ojos sobre el objeto de atención y en procesar la información que nos proporcionan. Contemplar la mejor ayuda óptica para conse-
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