IM OPTICAS nº 15

34 Radiaciones Existen dos tipos de radiaciones: ionizantes y no ionizantes. Las primeras son lo suficientemente potentes para emitir fotones, es decir, expulsan un electrón de su órbita, cosa que no pasa con las no ionizantes. Las ionizantes, por lo tanto, conllevan un mayor riesgo para la salud al tener más energía y ser más agresivas. Por ejemplo, está demostrado que, dependiendo de la edad, la cantidad de dosis recibida y las condiciones laborales; los operadores de radiodiagnóstico por rayos X se exponen a radiaciones ionizantes que, a lo largo del tiempo, pueden provocar cataratas. El avance de esta enfermedad suele ser lento y pueden pasar muchos años antes de percibir los primeros síntomas. La detección temprana mediante visitas al óptico optometrista es primordial para detectarla y actuar con la máxima antelación. El tipo de radiación no ionizante que más se suele emplear a nivel laboral son los rayos infrarrojos. Se pueden encontrar fácilmente, por ejemplo, en las cajas de supermercados, pero también se usan en cirugía o en la industria. El ojo humano puede recibir pequeñas dosis momentáneas de rayos infrarrojos, ya sea de forma directa o reflejada. Sin embargo, su efecto es acumulativo y cuando se somete al ojo a esta radiación diariamente acaba afectando en el cristalino. Si la intensidad es elevada pueden provocar quemaduras corneales. Químico y biológico Un trabajador es susceptible de sufrir riesgos químicos cuando en su entorno laboral se encuentran sustancias químicas peligrosas. Dentro de esta categoría se engloban aquellas que son peligrosas para la salud, las que pueden provocar incendios o explosiones y las que ponen en riesgo el medioambiente. La vía de entrada de este material es dérmica, con lo cual también incluye los ojos. Del total de accidentes laborales relacionados con la visión, el 31,6% estuvo causado por el contacto con sustancias peligrosas. La acetona, el cloro, el sulfuro de hidrogeno o el dióxido de azufre son algunos de los gases y vapores que pueden tener un efecto perjudicial para la visión. Además, muchos de estos son invisibles, con lo que su presencia no se detecta con facilidad. Asimismo, la proyección directa de sustancias ácidas o corrosivas pueden causar graves quemaduras en el ojo, aunque la exposición se limite a un corto periodo de tiempo. Los líquidos naturales presentes en el sistema ocular pueden alterarse cuando se reduce el oxígeno de sus componentes, dando lugar a una distrofia de córnea, que produce inflamación en el ojo y los párpados. Asimismo, pueden producirse reacciones alérgicas a productos químicos causando conjuntivitis, esto es, la inflamación de la cubierta delgada transparente de la parte blanca del ojo y del interior de los párpados. Finalmente, algunas sustancias químicas también pueden inflamar el nervio óptico. Los riesgos biológicos, por su parte, se producen cuando el ojo entra en contacto con microorganismos externos que pueden generar enfermedades. En el entorno laboral, los casos más frecuentes, se producen en las profesiones dedicadas al manejo de residuos, la cirugía dental, cirugía general o laboratorios de investigación. En estos casos, el agente biológico, por ejemplo, un virus, entra en contacto con el ojo y se transmite al organismo causando una infección. Los hospitales o consultas clínicas, por lo tanto, deben disponer de medidas de protección adecuadas al realizar las intervenciones para evitar posibles proyecciones de sangre y otros tejidos corporales del paciente al personal médico. Riesgos asociados a las pantallas de visualización de datos Se entienden como pantallas de visualización de datos (PVD) los ordenadores, tabletas o smartphones. Actualmente, según Deloitte España, el 70% de los trabajadores utilizan pantallas a diario, es decir, el uso de PVD no solo se limita al conocido como “trabajo de oficina”, también es necesario en otros entornos laborales. No obstante, en el caso concreto de las personas cuya herramienta principal de trabajo es el ordenador realizan entre 12.000 y 35.000 movimientos de cabeza y ojos y, sus pupilas reaccionan entre 5.000 y 17.000 ocasiones. Aunque los riesgos asociados suelen ser de poca intensidad y ocurren de forma transitoria, la prevalencia ha aumentado tanto en los últimos años que se han delimitado bajo el nombre de síndrome visual informático. También conocido como síndrome visual del ordenador o síndrome de pantallas de visualización de datos, comprende el conjunto alteraciones oculares, visuales y extraoculares que se producen por el uso prolongado de pantallas. Se considera uso prolongado como más de 4 horas diarias. Según Álvaro Rodríguez, autor del estudio Síndrome visual informático: manejo actual basado en la evidencia, la prevalencia es de un 66%, teniendo las mujeres un 74% más de posibilidades de padecerlo. Los síntomas más comunes son astenopia, visión borrosa, sensación de ojo seco, alteraciones en el parpadeo, visión doble, mareo o ceguera transitoria. Cabe remarcar en este punto que estos problemas no están directamente relacionados tanto con el uso de pantallas como en el mal uso de las mismas y las condiciones ambientales del lugar de trabajo. Por lo tanto, se deben tener en cuenta factores lumínicos, de humedad ambiental, de resolución y contraste de la pantalla y de una correcta postura corporal. Medidas de protección y prevención Una vez repasados la tipología de los riesgos laborales que afectan a la visión y las consecuencias negativas que comportan, es de suma importancia tener en cuenta cómo evitar que se produzcan y qué herramientas y opciones son las adecuadas para cada situación. En primer lugar, cabe remarcar que las empresas deben facilitar a los trabajadores

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