IM OPTICAS nº 16

35 de las lentes. Esto viene refrendado por el hecho de que de los ocho de cada diez mayores de 60 años que acusa problemas de visión, solamente el 20 % que usa gafas alcanza un adecuado nivel de visión. Y asimismo, no todas las personas mayores tienen los suficientes recursos económicos para afrontar las correcciones (lentes, cirugía, etc.) A partir de esta edad, “la retina suele sufrir una pérdida del número de conos y bastones, que son los fotorreceptores encargados de captar la luz y comunicar esta señal al cerebro. También se daña el epitelio pigmentario de la retina, cuya función es alimentar y eliminar las sustancias de desecho para que los fotorreceptores funcionen correctamente, por lo que se produce una pérdida gradual de la agudeza visual. En último lugar, con el paso de la edad es probable que el tamaño de la pupila disminuya, aparezcan cataratas y los párpados estén más flácidos, lo cual ocasiona que se necesite un volumen de luz mucho mayor para realizar cualquier tarea”, explica el jefe de Oftalmología del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja, Emilio Dorronzoro. En este contexto, el presidente del Consejo General de Colegios de ÓpticosOptometristas y de la Fundación Salud Visual, Juan Carlos Martínez Moral, recuerda que “solo un profesional de la visión puede detectar ciertos cambios que la propia persona no detecta, incluso antes de que los síntomas sean evidentes”, y, por ello, anima a la población a someterse a una revisión e informarse acerca de las pautas básicas para mantener una buena salud visual y evitar así mayores problemas, tales como la ceguera. Repercusión de los problemas visuales Para Primitivo Ramos, “las limitaciones visuales se asocian a problemas físicos relacionados con la seguridad, que pueden convertir a la persona en dependiente”, en especial, “si se añaden los problemas de audición”. Así, las enfermedades relacionadas con la visión aumentan el riesgo de caídas. Uno de los primeros signos de que nuestros ojos envejecen es que se manifiesta la presbicia o vista cansada. De igual modo, las cataratas y el glaucoma pueden alterar la percepción de la profundidad, del color y los espacios en las personas mayores, así como su agudeza visual, la visión periférica, los reflejos, generar problemas para ver en condiciones de baja luminosidad, y conllevar la incapacidad para conducir por la dificultad de distinguir las señales de tráfico y la lenta adaptación al deslumbramiento nocturno. Lógicamente estas limitaciones dificultan su capacidad para desenvolverse de forma segura en el entorno, ya sea en su propio hogar o en la calle. Esto entraña abundantes riesgos y peligros en forma de accidentes, caídas, etc., que acarrean consecuencias funestas, como fracturas y otras patologías de compromiso vital. Pero, además de los problemas funcionales, el especialista señala que “el déficit visual tiene repercusión en los ámbitos relacional, afectivo y social, y, en casos extremos, puede llevar a la soledad y el aislamiento de la persona, incrementando el riesgo de ansiedad y depresión”. La inseguridad ante posibles caídas, la falta de comunicación con las personas de su entorno y las dificultades para realizar actividades de ocio (cine, teatro, viajes, etc.) van a hacer que las relaciones sociales disminuyan e, incluso, desaparezcan. ¿Cómo prevenir estas enfermedades? Queda claro que más allá de herramientas diagnósticas y terapéuticas, la mejor arma contra la mala salud visual en la vejez es la prevención. Haciendo hincapié en esta idea, IMO Grupo Miranza ha detallado algunas recomendaciones en el documento Edad y visión. Guía de prevención de la salud ocular en la madurez’. En la publicación, el centro especializado insiste en que para hacer frente a los problemas oculares relacionados con la edad, es imprescindible cuidar los ojos, intentando preservarlos en las mejores condiciones durante toda la vida. Al mismo tiempo, apunta cómo ayudará conocer cuáles son las principales patologías de la visión asociadas a la edad, tomar consciencia de la importancia de las revisiones periódicas, saber que existen enfermedades como la diabetes, la hipertensión, la hipercolesterolemia o las cardiopatías, que tienen una incidencia directa en la visión, y adoptar una serie de hábitos saludables de forma inaplazable. Seguir una dieta equilibrada, evitar el tabaco y el alcohol y realizar ejercicio físico pueden ayudar a evitar muchas patologías o a retrasar su aparición y mejorar su pronóstico. Todos estos consejos se pueden condensar en un decálogo: someterse a revisiones oculares completas al menos una vez al año; seguir una dieta sana y equilibrada, rica en atioxidantes y Omega 3; no fumar o dejar de fumar; realizar ejercicio físico acorde a las características y posibilidades de cada uno; proteger los ojos del sol y de agentes externos (aire, polvo, arena, etc.); controlar la presión arterial; controlar los niveles de colesterol; estar alerta ante los niveles de glucemia (especialmente los pacientes diabéticos); comprometerse con la propia visión, siguiendo de forma escrupulosa las revisiones, los tratamientos y recomendaciones de los especialistas; y por último, aunque no menos importante, no resignarse a perder visión por causa de la edad. No en vano, como recuerda la Asociación Visión y Vida, “la tercera edad es una etapa para disfrutar de un merecido descanso, y llegar con una buena salud y calidad de vida es lo que realmente permitirá hacerlo”. “SOLO UN PROFESIONAL DE LA VISIÓN PUEDE DETECTAR CIERTOS CAMBIOS QUE LA PROPIA PERSONA NO DETECTA”

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