IM OPTICAS nº 16

38 BAJA VISIÓN Ahora bien, como hemos comentado, la baja visión puede ser causada por diferentes patologías, y cada una de ellas dará lugar a pérdidas de visión con diferentes características. Las tipologías más habituales son la baja visión central, donde el afectado no puede ver los objetos situados en la zona central de su campo de visión; la baja visión periférica, en la que el paciente no puede ver los objetos localizados en la zona lateral de su campo de visión; la ceguera nocturna, que implica que la pérdida visual se produce en condiciones de baja luminosidad, pero la visión es normal si hay suficiente luz; y visión borrosa o difusa, en la que no hay pérdida del campo visual, pero los objetos no se perciben con nitidez. ¿Qué soluciones existen para la baja visión? Para prevenirla, como incide la Fundación Visión y Vida, son fundamentales las revisiones visuales. Una vez que se ha desarrollado, las personas con esta condición deben buscar un óptico optometrista especializado en baja visión. Este está capacitado para evaluar la ayuda óptica que puede potenciar y sacarle partido al resto visual que tengan los pacientes, mejorando así su calidad de vida. Y es que dentro de la baja visión, además de cuantificar y determinar las ayudas ópticas que necesita el paciente, es necesaria la formación en el campo socio-sanitario para la integración y normalización de las personas con discapacidad visual. Es ahí donde entra en juego la Rehabilitación Visual, que engloba a profesionales de la Salud Visual (ópticos optometristas, oftalmólogos..) así como psicólogos, trabajadores sociales o terapeutas ocupacionales, entre otros, con el fin de proporcionar una rehabilitación integral de las personas con discapacidad visual. Se trata de intervenciones para integrar a la persona con discapacidad visual ante necesidades del día a día, como de movilidad (bastones, perros guía, etc.); comunicación (tipografías grandes, audiolibros, etc.); uso de tecnologías (software JAWS, acceso a internet basado en texto, etc.), o cursos domésticos (cocina, organización de armarios, etc.), entre otros. De este modo, el paciente se puede beneficiar de ayudas especiales como de técnicas de rehabilitación tanto en actividades de vida diaria como en orientación y movilidad. Las más conocidas son las ayudas de baja visión, es decir, los sistemas ópticos que se utilizan para facilitar la visión de las personas afectadas, recuperando la funcionalidad para ciertas actividades de la vida diaria. Este tipo de ayudas pueden ser ópticas, electrónicas o no ópticas, como lupas, filtros magnificadores, telescopios, microscopios, etc. También es una causa muy frecuente la retinitis pigmentaria. En concreto, un 25 % de los casos de baja visión se deben a este grupo de desórdenes genéticos que afectan a la capacidad de la retina para responder a la luz. El paciente que la sufre puede presentar pérdida o dificultad de adaptación a la oscuridad, disminución de la visión periférica y de los colores y de la agudeza visual. La miopía magna, responsable del 23 % de los casos de baja visión, también puede provocar diferentes enfermedades de la visión. Así, un miope cuyas dioptrías superan las cinco, multiplicará sus posibilidades de sufrir desprendimiento de retina, glaucoma, cataratas, etc. La retinopatía diabética es la causante del 16 % de los casos de baja visión. La afectación de la visión por la diabetes es especialmente grave cuando ocurre en la retina, lo que se conoce como retinopatía diabética, y se estima que el 60 % de los diabéticos tendrá afectada la retina cuando lleven más de 20 años desde que fueron diagnosticados. La diabetes se trata de una enfermedad metabólica crónica en la que el paciente presenta picos de hiperglucemia, por lo que se debe controlar la glucosa en sangre y, también, vigilar la tensión arterial y el colesterol. En cuanto al glaucoma, provoca un daño progresivo en el nervio óptico que se agrava con el tiempo, disminuyendo el campo visual. Si no es tratado, acaba en ceguera irreversible en el 6 % de los casos. Además, es conocido como el ladrón silencioso de la visión, ya que no muestra síntomas hasta que la enfermedad no está avanzada. En menor medida, la baja visión puede estar también asociada a otras enfermedades como cataratas, uveítis, opacidad corneal, tracoma, albinismo, nistagmo o esclerosis tuberosa. En cuanto a su incidencia, más de 135 millones de personas sufren baja visión en el mundo, localizándose la mayoría de ellas en países en vías de desarrollo. En Europa, la cifra asciende a 20 millones de afectados, y se estima que en España 1,8 millones de personas la padecen. La prevalencia es mucho mayor a partir de los 50 años, pero hay que insistir en que esto no significa que el envejecimiento cause baja visión por sí solo. Ese incremento es debido a que las patologías asociadas a la baja visión son mucho más frecuentes en la población de mayor edad. ¿Ante qué problemas se aplica la baja visión? En concreto, se habla de baja visión cuando hay una disminución de la agudeza visual inferior a 0,3, y también al haber una reducción del campo visual inferior a 30 grados de amplitud. Ambas circunstancias impiden llevar una vida normal, ya que se pierde la capacidad de distinguir objetos u orientarse en el espacio. Existen dificultad para realizar tareas cotidianas, como pasear por la calle, leer, cocinar, ver la televisión, conducir, trabajar, etc. Además pueden aparecer deslumbramientos con luz que antes no afectaban al paciente, dificultad para identificar colores o pérdida parcial de visión, con vacíos en el campo visual. ES NECESARIA LA FORMACIÓN EN EL CAMPO SOCIO-SANITARIO PARA LA INTEGRACIÓN Y NORMALIZACIÓN DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD VISUAL

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